Parece ser que el mundo gira más lento de lo normal. Los segundos se hacen minutos, y los minutos horas. Ni siquiera sé por qué estoy escribiendo esto. No hay música, sólo el sonido de los compañeros haciendo trabajos que yo ya terminé hace más de una semana. Algunos miran las tomas que han capturado para hacer un corto de cultura audiovisual, y yo aquí, sin saber que hacer, perdiendo el tiempo mirando a un par de píxeles.
En estos momentos me encantaría estar acompañado, huir de los problemas, olvidarme de la tecnología y de los quehaceres, y lo haré; solamente faltan dos días para escapar a la cumbre, a Tejeda, con tres de mis compañeros y amigos. Seguro que lo pasaremos bien, pero ahora la cosa no es así.
Y entonces me pregunto: ¿Por qué me entran ganas de escribir y tengo un tema del que hablar y cuando empiezo a hacerlo me quedo en blanco? Siempre pasa, y sé que no es por vergüenza. Quizá estos pensamientos quieren quedarse dentro de mi cabeza, o deberían hacerlo.
De repente pienso en lo que ha cambiado mi vida en estos días. Estoy aprendiendo a esperar, a ser paciente, pero esta vez no por mi ex novio si no por mí mismo, la persona más fiel para mí. Definitivamente, lo he mandado a comer barro, porque no se merece mi paciencia No se merece que yo pierda mi tiempo cuando el no esta haciendo nada para sentirme mejor. No se merece que sea comprensivo con el, porque yo sí lo he sido y hasta en las más oscuras circunstancias, y el se ha lavado las manos en ello. Con esto no quiero decir que no cometí mis fallos, al contrario. Simplemente quiero decir que el tampoco es que sea perfecto, y ha actuado como si no se equivocara en nada, pero el no me conoce. Ningún chico ha llegado a conocerme de verdad aún. ¿Y a qué conclusión llego? Pues que se joda, con malas palabras. No me merece, ni me merece cualquiera que sea capaz de pedirme que cambie mi forma de ser para estar con el.
Adiós paciencia, adiós posesión y adiós a perder el tiempo. Soy yo, siempre lo he sido, y siempre lo seré, con mis defectos y virtudes.
Hace poco que la profesora entró en clase. Una compañera me pregunta que qué es lo que estoy escribiendo, yo respondo con una frase corta y sigo escribiendo, porque al parecer esto es adictivo y muy refrescante (mentalmente hablando). Me siento aliviado, aliviado de ser sincero y de no hacerme más daño por gusto.
Ahora sí que estoy sin ideas. Solo espero que toque el timbre de salida pronto.